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Por Salvador Allende
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Quiero referirme ahora a la iniciativa más trascendente y más importante de este Gobierno: al proyecto de reforma constitucional destinado a nacionalizar, sin apellidos, el cobre. Cuando planteamos en la campaña presidencial que Chile debería recuperar las riquezas fundamentales que están en manos del capital foráneo, señalamos muy claramente que los países dependientes o en vías de desarrollo no podrían jamás elevar sus condiciones materiales de existencia para sus pueblos y abrir horizontes más amplios, desde el punto de vista intelectual y espiritual, si acaso Chile no recuperaba esas riquezas, si nosotros no aprovechábamos el excedente que produce nuestra economía, si no planificábamos el desarrollo económico y utilizábamos los recursos que hoy día se van de nuestra patria, más allá de la frontera; van a fortalecer grandes empresas, fabulosas empresas que vuelcan sus capitales en los países poco desarrollados porque les rinden más intereses. Dije ante el pueblo, para que el pueblo lo aprendiera y no lo olvidara, que Chile, como tantos países de América Latina, era un país potencialmente rico y que, sin embargo, hoy somos un país pobre.