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Por El Frente Negro
En algunos análisis de compañeros de la izquierda nacional (1) , a nuestro parecer encuadrados en un rígido análisis clasista de la realidad, vemos señalar a Moyano, y sus organizaciones sindicales, como representantes de la clase trabajadora sin más. La lectura clasista se queda corta, porque no es política sino economicista, y la verdad es que la política es mucho más que eso. No basta en este caso con simplificar la realidad como si fuera un escenario de bloques homogéneos y auto-referenciales que serían esquematizados y abstraídos en términos de: una clase trabajadora, una pequeña y gran burguesía, una oligarquía rural y una financiera. A la hora de analizar la realidad, encontramos muchísimos pormenores y un dinamismo que sobrepasa cualquier esquema rígido. Según esta lectura, el discurso de Moyano en Huracán representaría el primer intento de enfrentar al gobierno desde el mismo discurso nacional y popular, discurso que no puede hallar más representatividad sino en los trabajadores organizados mismos. Ya no se le estaría respondiendo al gobierno, según esta visión, desde la vereda liberal-gorila, ante la cual era fácil sostenerse como nacional y popular. Ante las denuncias y reclamos de Moyano, que sería un auténtico representante de los trabajadores organizados, el gobierno no podría hacer más que ceder a ellos si no quiere perder su capital simbólico nacional y popular y verse así deslegitimado. Pero, ante semejante planteo, a nosotros nos surgen las siguientes preguntas ¿cual es la voluntad de ser de este nuevo agrupamiento político-sindical que hoy lidera Moyano llamando a retomar el “peronismo de Perón”? ¿Cuál es el grado de representatividad que tienen las organizaciones sindicales tal como las conocemos hoy día?
Ya vimos como responden al llamado de Moyano las masas... principalmente las encuadradas en las barrigas del peor sindicalismo, el “momo” Venegas, y “los gordos” con Barrionuevo a la cabeza. Pareciera que los náufragos del Duhaldismo son los únicos que quisieran hoy encolumnarse detrás de Moyano, sumando algunos compañeros que creemos equivocados de la izquierda nacional. La nueva esperanza del duhaldismo responde a la acertada percepción de que sólo en el seno de la CGT es donde late aún la nostalgia de cierto peronismo ortodoxo, desprovisto hoy de la cuota de poder que quisieran tener sus dirigentes, y de una base real de militancia real sub-45. Si este sector, del antes denominado peronismo federal, quisiera significar algo, debería contar con apoyo de gobernadores provinciales que también se den vuelta. Pero aquí responde la lógica, ninguno va a mostrar deslealtad al gobierno nacional que recién asume su mandato y tiene que gobernar cuatro años más. Por lo cual lo más seguro es que Moyano termine sin ese apoyo en lo inmediato. Por cierto, esto tampoco sería mucha garantía, dado el lamentable resultado que en las últimas elecciones evidenció el empuje real del “peronismo de Perón” representado por Duhalde.
Moyano si ha decidido ponerse él solo contra la espada y la pared, es evidentemente a causa de una razón que va más allá de lo ideológico. De otra manera no se justificarían sus ocho años al lado del gobierno, incluso en los momentos más difíciles. Su apartamiento de los cargos políticos del PJ, y su distanciamiento del gobierno es un problema de poder y casi un manotazo de ahogado, no un problema ideológico, y mucho menos un abstracto enfrentamiento de dos clases en pugna. Por ejemplo, el mismo D’Elía quien atraviesa una situación similar de apartamiento del poder por parte de la conducción del kirchnerismo, nunca se pronunció contra el gobierno al nivel en que Moyano lo está haciendo. Tiene de hecho su propio partido, pero intenta participar dentro de un marco de apoyo a la conducción de Cristina Fernández de Kirchner. Nada de esto parece a nuestra opinión estar sucediendo con Moyano, quien está reuniendo, a través de un enfrentamiento más frontal al kirchnerismo, apoyos diversos y variados en vistas a la revalidación de su cargo como Secretario General de la CGT. El eje de la cuestión pasa ni más ni menos que por allí. El control de los fondos de las obras sociales, en íntima ligazón con el escándalo de la falsificación de troqueles de medicamentos para pacientes de alta complejidad, es también otro de los asuntos que hoy mueve los planteos de Moyano y la recepción por parte de quienes hasta hace poco eran sus opositores sindicales. Ante este hecho es posible una futura intervención del Estado a las obras sociales. Imaginemos por un segundo la capacidad de movilización de los sindicatos sin los fondos de las obras sociales. He ahí la otra razón para llamar a la unidad del sindicalismo ortodoxo (2). A la exigencia de que los empresarios abran sus libros contable, sería bueno obligar a los “trabajadores” de los gremios burócratas, a que abran los suyos. Muchos no pueden, tienen las manos manchadas con la sangre de sus propios compañeros –a los que delataron a la represión (para hacer desaparecer “revoltosos”), o a los que asesinaron ellos mismos con sus grupos parapoliciales en oscuros momentos de la historia cuando López Rega y las patotas sindicales gobernaban el país.
Muchos, ya no son representantes de los trabajadores, sino de sus propios intereses empresariales con forma de sindicato. Esposa, hijos y amigos se reparten el manejo de los hospitales del sindicato, los hoteles del sindicato, el catering, el transporte y la construcción de edificios. Todas las obras del sindicato quedan en familia. Es más, el cargo de jefe del gremio es vitalicio, y se hereda. Sindicalistas octogenarios manejan con mano de hierro el gremio, y sus hijos y yernos son la juventud renovadora que va a heredarlos.
Por esta razón, hoy Moyano, no tiene proyección de aliados más que entre los duhaldistas residuales, y todo el impresentable arco opositor desde el trostkismo hasta la derecha liberal, pasando por el progresismo del FAP y la CTA (3). La respuesta del gobierno ha demostrado su fortaleza: la ignorancia; el menosprecio de Moyano. Un Moyano que no representa más que alaridos en el desierto que no merecen ser atendidos. Si quiere, Moyano puede seguir tensando la situación, aprovechando el mandato que por ahora usufructa de parte de los trabajadores en blanco para armar un proyecto político, utilizando los fondos de los gremios y obras sociales para ello. Pero si somos realistas, un paro general, sólo podría lograr ampliar la base de apoyo del gobierno kirchnerista entre los sectores medios, y una buena oportunidad para desprenderse del sindicalismo adicto, y propiciar la libertad y el recambio sindical con una intervención directa y control del estado sobre sus cajas negras.
De vuelta, lo político sigue estando en manos exclusivas del gobierno, y sus éxitos y avances dependen únicamente de su habilidad y cintura para adaptarse a los distintos desafíos. Como debe ser. Ya se ha intentado una corrida bancaria sin mayor éxito, y la nueva corrida sindical no parece bajo ningún aspecto, ser capaz de significar una amenaza real para el gobierno. Por cierto, vale recordar la experiencia fallida y vergonzosa de Pino Solanas que intentó también oponerse al gobierno desde su mismo eje discursivo, pero que al verse preso de la alianza con los grandes medios de comunicación, terminó sucumbiendo políticamente sin poder generar una alternativa política seria más allá de sus propuestas políticamente correctas y progres con buena onda.
Moyano, a pesar de sus reclamos corporativos, no tiene siquiera un programa o un perfil que permita hallar en el esperanzas de superación electoral alguna del kirchernismo. Sus recursos dialécticos a la hora de argumentar no deben ser confundidos con su voluntad real (conservar el poder que se le escapa de las manos) que mueve su alejamiento del gobierno y que lo convierte en una pata más del complejo opositor a la hora de propiciar un debilitamiento y un asalto al poder por parte de los antipatria de siempre. Más allá de señalar todo esto, nunca está de más dejar sentado nuestro anhelo de que el gobierno finalmente aliente directamente una militancia heterodoxa, dando lugar y apoyo a iniciativas que inserten a su fuerza política en el territorio, para que no acaben primando los obsecuentes y los acomodados, sino los convencidos y los combatientes. Sólo de esta manera y desarticulando el edificio neoliberal en materia financiera, articulado por la ley de entidades financieras de Martinez de Hoz y de la carta orgánica del Banco Central; acompañando con otras medidas necesarias como la nacionalización de los recursos naturales, la reactivación de la industria ferroviaria, y el control estatal del comercio exterior, podrá el gobierno asegurarse la continuidad y una hegemonía dinámica que transforme el país para siempre y logre estabilizarlo durante la crisis internacional. Si ese es el rumbo elegido, tendrá al pueblo defendiéndolo en las calles, y en las urnas. Con o sin Moyano...
Notas:
2 - Cabe recordar que el control de las obras sociales sindicales no fueron parte de la doctrina peronista. Sino que fue la Dictadura de Onganía quien le regaló el manejo de esas cajas a los sindicatos para así ganarse sus favores y apoyos. Una vez establecido tal enorme negociado, ningún gobierno hasta ahora se atrevió a cuestionar esa norma de la Dictadura.
3 - La CTA “opositora” demuestra una estupidez supina en su posicionamiento. Durante años su único interés real ha sido lograr la personería jurídica. Y tal cosa no pudo lograrse, no por un odio particular de Kirchner hacia ellos. Al contrario, el kirchnerismo siempre quiso sumarlos a su armado político, pero fue la CGT, que con Moyano y Piumato a la cabeza le vetaron toda posibilidad de lograr la personería a través de jueces y legisladores adictos al armado cegetista. El fuero del trabajo, como sabe cualquiera que camine por Triibunales, es el coto de caza de la CGT que ha logrado copar los cargos para asegurarse que la competencia gremial de la CTA no logre nunca reconocimiento legal. Frente a esto, la CTA, en plena pelea Kirchnerismo – CGT en vez de tomar partido por un gobierno que potencialmente puede ser su aliado y otorgarle la personería, se suma a los leguleyos apoyos a Moyano “el gran opositor”. Así, el odio opositor anti-K de parte de la CTA caló tan hondo que prefieren seguir en la vereda de enfrente que cruzar al oficialismo a buscar la personería y ocupar los lugares de poder gremiales que Moyano va dejando en su lenta debacle.