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Por Enrique Lacolla
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Los atributos exteriores de la democracia y los derechos humanos se han convertido en arietes retóricos para hundir la resistencia de los países sometidos que se esfuerzan en liberarse.
Lo que está sucediendo en Bolivia en torno de la construcción o no construcción de un camino que atravesaría el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Secure y debería unir a Cochabamba con la región del Beni, ilustra sobre la dificultad, los desafíos y la tendencia a los extravíos que existen en ese país cuando se trata de llevar adelante un proyecto integrado que procure sacarlo del atraso y hacerlo parte eficiente del proceso de unificación latinoamericana. Incluso en este momento, cuando un gobierno de innegable extracción popular ocupa la sede del Palacio Quemado.
La historia boliviana es trágica e intensa como pocas. Su condena al aislamiento por la guerra del Pacífico con Chile en el siglo XIX, no hizo más que agudizar el problema supuesto por la balcanización de toda América latina con posterioridad a la liberación del Imperio Español. Esa liberación no redundó en un continente unido, como lo desearon San Martín y Bolívar. Supuso la suplantación de un amo por otro.