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Por Jaume Farrerons
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La idea de una "extrema derecha que gobierna el mundo" representa en
sí misma una paradoja. Como ya señalábamos en entradas anteriores,
"ultraderecha" es un término despectivo que alude a un sector
político marginal, minoritario y mundialmente despreciado. Sin embargo,
sostenemos, la extrema derecha gobierna el mundo. ¿Cómo es esto posible? Pues
porque existe una extrema derecha, a saber, la extrema derecha sionista, que
no se reconoce ni es reconocida como tal. Esta
extrema derecha constituye, además, la fuente de la estigmatización de todos
los nacionalismos gentiles y, al mismo tiempo, ha producido el imaginario en
virtud del cual permanece inmune a su propio veneno. Pero la extrema derecha manda en
el hemisferio occidental: EEUU, la City de
Londres e Israel.
Cada vez que un "progresista" utiliza la palabra "fascismo" como sinónimo del "mal radical", convalida y fortalece el código simbólico oligárquico, pues es ese mismo uso lingüístico el que ampara, por decirlo así, a los ultras judíos.
De lo expuesto se desprenden al menos tres postulados:
1/ para reivindicar posiciones políticas nacionalistas hay que situarse a la izquierda o uno será inmediatamente acusado de "ultra";
2/ para defender posiciones socialistas o, en general, de defensa de los trabajadores, hay que adoptar previamente posiciones nacionalistas, toda vez que el lenguaje y la praxis de la oligarquía son universalistas, cosmopolitas y globalizadores respecto de los pueblos "gentiles";
3/ para defender posiciones políticas radicalmente contrarias a la oligarquía en general hay que renunciar al código simbólico antifascista que, de forma automática, santifica por defecto el nacionalismo sionista de extrema derecha.
Cada vez que un "progresista" utiliza la palabra "fascismo" como sinónimo del "mal radical", convalida y fortalece el código simbólico oligárquico, pues es ese mismo uso lingüístico el que ampara, por decirlo así, a los ultras judíos.
De lo expuesto se desprenden al menos tres postulados:
1/ para reivindicar posiciones políticas nacionalistas hay que situarse a la izquierda o uno será inmediatamente acusado de "ultra";
2/ para defender posiciones socialistas o, en general, de defensa de los trabajadores, hay que adoptar previamente posiciones nacionalistas, toda vez que el lenguaje y la praxis de la oligarquía son universalistas, cosmopolitas y globalizadores respecto de los pueblos "gentiles";
3/ para defender posiciones políticas radicalmente contrarias a la oligarquía en general hay que renunciar al código simbólico antifascista que, de forma automática, santifica por defecto el nacionalismo sionista de extrema derecha.
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| Judíos en el movimiento fascista originario: un "escándalo" sin explicación en los términos del "antifascismo" actual de rigor. |
Sin
embargo, en lugar de estas medidas preventivas de puro sentido común, aquéllo
que encontramos en el mundo de la política es lo siguiente: 1/ los
nacionalistas radicales de cada país, excepto en el caso de las naciones o
pueblos sin Estado, se identifican con la derecha y aceptan, incluso de buen
grado, el calificativo de "ultraderechistas", colocándose así en las antípodas de las masas
populares trabajadoras a las que debería ir destinado su mensaje; 2/ los izquierdistas radicales en todo el mundo se
identifican con el cosmopolitismo, la universalización y una fórmula especial
de la globalización o mundialización que legitime su postura favorable a los
flujos migratorios promovidos también por
el capitalismo, rechazando así, en conclusión, toda forma de
nacionalismo; 3/ estos mismos izquierdistas radicales asumen de buena gana el
lenguaje antifascista y consideran que le hacen mucho daño a la oligarquía
cuando la acusan de "fascista", a pesar de que, con dichos usos
linguísticos, legitiman el imaginario ideológico (sionista) del Holocausto.
Todos
estos errores impiden organizar una auténtica resistencia política e intelectual contra
la oligarquía. De ello son responsables tanto los ultraderechistas cristianos como
la extrema izquierda comunista,
los cuales representan voluntariamente, en definitiva, el papel
que el nacionalismo radical judío, es decir, la extrema derecha sionista que
gobierna el mundo, les ha asignado en provecho propio.
El trabajo de toda filosofía
crítica debe consistir en combatir los mitos, dogmas y códigos
simbólicos que, asumidos inconsciente y acríticamente por los ciudadanos,
sustentan de hecho la ideología oligárquica. A tal efecto, conviene saber qué piensan realmente los oligarcas, sólo de esta manera podremos comprender sus pautas de conducta y combatirlas de manera eficaz. Las
estrategias y tácticas de resistencia han fracasado una y otra vez a lo largo
de la historia. Si el enemigo oligárquico vence siempre, si los
ultraderechistas comprueban que sus naciones son cada vez más dependientes del
poder mundial, mientras la izquierda radical contempla el progresivo
empobrecimiento de los trabajadores en todo el mundo, algo estarán haciendo mal
unos y otros. Algún error deben de cometer. Para empezar, cuando
aceptan sin reflexionar la falsa idea de polaridad que opone ultraderecha
y extrema izquierda. Dicha polaridad existe, pero no es realmente la que
piensan los interesados porque está mediada por otro concepto, a saber:
judíos/gentiles, mucho más fundamental. Para romper con aquélla en
su forma manipulada baste recordar que el fascismo fue, en sus orígenes,
de izquierdas, un hecho que subleva tanto a ultraderechistas como a
izquierdistas radicales a pesar de ser la pura verdad.
Los
tres niveles de análisis crítico
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| "Estrategia de la tensión": Red Gladio: la triple A europea |
La
ideología oligárquica muestra tres niveles de análisis: 1/ el nivel económico,
ahí donde aparecen todas las cuestiones relativas al neoliberalismo, al
capitalismo, los recortes sociales, las privatizaciones, las deslocalizaciones
y otras prácticas harto conocidas. En este nivel los ultraderechistas poco
tienen que criticar, eso cuando no se declaran abiertamente liberales y
filocapitalistas. De la misma manera que se declaran cristianos, con lo que,
pese a su presunto nacionalismo, están asumiendo todas las formas, históricas o
contemporáneas, del cosmopolistismo apátrida. En
la crítica del neoliberalismo se muestran más decididas las izquierdas
radicales, pero siempre omitiendo el fenómeno de la inmigración a pesar de que
éste representa una grave agresión capitalista al valor del trabajo. La
combinación de ambas incongruencias posibilita el triunfo del capital, pues las
sinergias de las fuerzas políticas de presunta resistencia en realidad
confluyen en la misma dirección que las de las fuerzas políticas sistémicas, es
decir, aquéllas que, de forma más o menos declarada, promueven la
mundialización neoliberal.
El
segundo nivel de análisis es aquél en que, además de la crítica del
neoliberalismo, el crítico descubre la presencia del fenómeno
ultraderechista judío moviendo los hilos de la globalización y vulnerando,
en provecho propio, todas las normas que impone al resto de los países
(practicando el supremacismo racial, el imperialismo, el colonialismo, etc...). Son
pocos los analistas de izquierdas que alcanzan el segundo nivel, pues temen ser
acusados de antisemitas. Además, la izquierda radical está repleta de
nacionalistas judíos encubiertos que se dedican, precisamente, a
reducir todas las cuestiones políticas a cuestiones económicas, borrando las huellas del ultraderechismo judío en
las decisiones adoptadas por la oligarquía. No obstante, autores como James
Petras, entre otros, son modélicos en lo que concierne a denunciar las
motivaciones racistas (sionistas) de la política internacional estadounidense
promovida por el lobby israelí
en Washington. Empero, con el fin de evitar ciertas acusaciones de la parte
oligárquica, los mencionados críticos acostumbran a sobrerrepresentar
su antifascismo y, con ello, a remachar con su prestigio y legitimidad
de "verdaderos críticos" sinceros (no "vendidos") la
validez del imaginario oligárquico antifascista. Así, son, a
la postre, los que más daño hacen a la causa de la resistencia y la
crítica. En cuanto a la extrema derecha, es incapaz de desarrollar una
crítica del ultraderechismo judío en
este nivel por dos razones: las extremas derechas gentiles comparten
todos los tópicos de su adversario,
máxime cuando, en la mayor parte de los casos, estamos hablando de
ultraderechas cristianas y de antisemitismos cristianos acuñados
en el molde bíblico; dicho brevemente: en última instancia, en la matriz cultural judía.
El
tercer nivel de análisis es, por tanto, religioso. La oligarquía sionista obedece a
una serie de creencias apocalípticas y mesiánicas irracionales. Cuando no lo hace, su nihilismo es absoluto. Y las diferencias internas serias que
oponen a los oligarcas hay que colocarlas en dicho plano interpretativo.
No podemos entender nada de lo que sucede en el mundo sin abordar este decisivo
factor motivacional. Tanto el neoliberalismo cuanto el nacionalismo judío
radical conducen a YHWH, es decir, a cuestiones como la resurrección de
la carne, la inmortalidad, el reino de dios, el fin del mundo, etcétera... La pregunta por la verdad y la
racionalidad resulta insoslayable. Pensar que se puede hacer "política de
resistencia contra la oligarquía" manteniendo una postura de neutralidad
en estas materias es simplemente absurdo. Y,
sin embargo, ésta es la situación en el mejor de los casos. Los
ultraderechistas gentiles decláranse cristianos y están incapacitados a
radice para demoler los fundamentos ideológicos del sistema
oligárquico: ellos mismos los sostienen con una estupidez absolutamente
sorprendente. "Una" extrema derecha no puede "criticar"
realmente a "otra" extrema derecha, y quienes manipulan la
historia son ultraderechistas. No
existe, ni puede existir, en definitiva, genuina crítica ultraderechista a la
oligarquía. Por su parte, la izquierda radical es
heredera, a menudo inconsciente, de la secularización histórica de los
valores cristianos, de tal suerte que cuando uno aborda la crítica del
judeocristianismo tiene que topar, tarde o temprano, con dogmas puros que
los intelectuales "progresistas" se niegan siquiera a "pensar", pues
sólo hacerlo les produce auténticos mareos. Son tales dogmas los que mantienen
a la izquierda occidental encadenada al capitalismo y operando como legitimador
ideológico "humanitario" de las políticas de flujos migratorios, es
decir, el blanqueo filosófico de la trata de esclavos perpetrada por los capitalistas
con fines de negocio, mestizaje y "multiculturalismo para
gentiles". Y ésta sólo entre otras muchas cuestiones que
los izquierdistas marxistoides consideran irrenunciables: relativismo,
individualismo, hedonismo...
El
tercer nivel de análisis es el más importante,
pues sólo una vez mínimamente aclarado este aspecto básico de la cuestión puede
pasarse a los otros dos sin perderse en el laberinto de datos que presentan.
Pero nadie entiende esto. Nadie ha sido capaz, hasta ahora, de comprender que
el tema del "fascismo" remite al tercer nivel y no puede resolverse
como una cuestión política, sino filosófica, es decir, en tanto que respuesta a
preguntas fundamentales de la existencia humana que impulsan a los oligarcas en
su proyecto de dominación planetaria. En efecto, éstos son hombres igual
que nosotros: todo aquéllo que hacen o dejan de hacer responde a unos
motivos tan hondos como los de cualquier hijo de vecino. No
buscan sólo el dinero. No buscan sólo el poder. Con
la "riqueza" y el "poder" están resolviendo otros problemas
"antropológicos" de primera magnitud. Si no somos capaces de
"analizarlos" en ese estrato de sentido,
seguiremos jugando a un juego donde habremos sido derrotados de
antemano. Nuestra derrota será, empero, la de todos los pueblos del
mundo, la derrota de la civilización, la derrota de cualquier noción de
socialismo y justicia social..., pero sólo porque, en primer lugar, se
habrá consumado en Europa, patria de la filosofía, la derrota de la verdad.
La
Marca Hispànica



1 comentario:
En casi todo de acuerdo, salvo en dos aspectos. Los cuales se entienden a partir de situar el texto en tanto una lucida indagación en medio de la profunda crisis civilizatoria que aqueja al viejo mundo. La mirada sobre el cristianismo es escencialista, deberían tomar apunte de la teología latinoamericana y sus derivas de izquierda que suelen ser mucho mas radicales que la izquierda radical toda vez que habilitan e interpelan hacia la praxis. Lo segundo, el celo sobre los flujos migratorios huele bastante rancio y eurocentrico. Si bien es cierto que la izquierda suele tener una mirada condescendiente sobre el fenómeno que no perite discutir políticas de soberanías, el nacionalismo para ser revolucionario debe antes ser popular en su sentido clasista. No universalista, pero si popular, por ende trazar estrategias Sur-Sur permite desentramparlo de la xenofobia que antes que ser una enfermedad o una consecuencia natural del etnocentrismo, fue una teoría que legitimo cierto periodo de expansión imperial.
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